¡A la mierda primavera!
Y, como El Almendro, vuelve la alergia. El año pasado inexplicablemente tuve la gran suerte de que el polen no me molestó, pero este lo hace por los dos.
Tengo los ojos como tomates, la nariz como un pimiento choricero y, lo que es peor, ¡me han salido granos! Sí, es inexplicable, pero en el pómulo y en el hombro izquierdo tengo unos cuantos granitos que me dan un aspecto de teenager aberrante. Ahora no se me notan tanto porque llevo a rajatabla el tratamiento, pero hace menos de una semana parecía un Ferrero Rocher.
Para colmo, mis antihistamínicos se han sofisticado hasta la extenuación y en vez de ser la típica pastillita azul de toda la vida con aspecto de Viagra, ahora son naranjas, vienen en mini envases independientes y para quitar el papel de plata de cada uno tienes que estudiar mínimo una ingeniería. Primero hay que retirarlo por donde viene una flechita, con cuidado de no apretar, pues son bucodispersables y se pueden romper en mil pedazos. Cuando después de toda esta parafernalia la pastillita ya está fuera, has de colocártela bajo la lengua y santas pascuas. ¡Me he estresado y todo sólo de contarlo!
Respecto al brote granístico, debo aplicarme un spray mañana y noche, con un liquidito que apesta a alcohol.
No veo tres en un burro. No puedo abrir las ventanas de casa porque estornudo sin parar y si no me tapo la boca a tiempo, pongo pingando la pantalla del ordenador. Voy por la calle que parezco la Dolorosa, con ojos de topo y clinex en la mano. ¿Esto es vida? Y lo peor es que llueve tres días sí, uno no, que nadie lo diría porque la alergia no me da tregua.
Dentro de un rato tengo que ir al dentista y ya estoy temblando de pensar en cómo va a ser mi camino hasta allí...
Hay quien teme la llegada del otoño porque dice que le deprime... ¡pues a mí que me den tres otoños seguidos y que se lleven la primavera! Es la estación del año que menos me gusta con diferencia, ¡dónde va a parar!
Ha habido años en los que he estado así de enero a junio, esperemos que éste haya más suerte.
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