martes, 5 de febrero de 2019

AMOR DE GATO

Amor de gato

Amo a mi gato. Me encantaría poder explicar el vínculo que me une a él, pero temo que no podría llegar a expresarlo con palabras.

Cuando lo conocí, había sido encontrado en un container de basura, maltratado y desnutrido. El color blanco de su cara se había vuelto negro de los golpes que algún hijo de puta le había propinado.

Nada más cogerlo en brazos, me juré a mí misma que lo protegería de todo y de todos y que quién le hiciera un feo a mi gato me lo estaría haciendo a mí. No le faltaría nada de nada.

Confieso que soy de esas personas, catalogadas más raras que un perro a rayas verdes, rosas y amarillas, que prefieren a los animales a las personas.

Tenía mi pequeño cinco meses cuando crucé el mundo con él. Sería impensable mudarme sin él. El día que lo adopté fue con todas las consecuencias y para toda la vida. No soy caprichosa en absoluto y jamás lo sería con los animales. He tenido muchísimos a lo largo de mi vida y jamás de los jamases me he deshecho de uno. Es una actitud que aborrezco y que en el carné que propongo a la hora de tener animales sería motivo de prohibirle a quien se desembarazara de su mascota volver a tener otro.

Lógicamente, mi gato hizo el viaje en cabina. Las bodegas no están climatizadas y nunca permitiría que mi tesorito pasara miedo ó frío. En los baños de los aeropuertos, lo sacaba del transportín y lo ponía a beber en el mármol de los lavabos, sacando su bebedero y llenándoselo allí. Recuerdo que en Barajas una señora se quedó perpleja, no se podía creer lo que estaba viendo.

Una vez en casa, se hizo amigo enseguida de mi otro gato -a quien quiero tanto como a él, pero que fue querido desde que nació y jamás tuvo la desgracia de que ningún desalmado le pusiera la mano encima- y de mis perros. Enseguida se aclimató a su nuevo hogar, dónde a sus nueve meses cumplidos de hoy es completamente feliz.

Viendo noticias asqueantes de maltratadores animales y escuchando de primera mano cómo muchos padres no enseñan a sus hijos a respetar a estas nobles criaturas, pienso lo paradójico que es la actitud de unos y la de otros. Hay animales desgraciados y otros, como el mío, que tienen la gran fortuna de encontrar a alguien que dé todo por ellos cuando parecía que ya todo lo tenían perdido.

Necesitamos mucha concientización animal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario