martes, 5 de febrero de 2019

LA REAL BROMA

La Real Broma


Yo me reí con la broma telefónica al hospital King Edward VII y además lo reconozco. Lo de "¿podría hablar con mi nieta Kate?" me mató y me pareció un puntazo. ¿Y qué?

Me parece de un cinismo absoluto la caza de brujas a la que se está sometiendo a los periodistas australianos Mel Greig y Michael Christian. ¿Acaso nadie realizó nunca una broma telefónica? Porque yo en mis tiempos gasté miles. Hasta los quince años, no había viernes que mi amiga Virginia y yo, a menudo con colaboraciones ocasionales, no gastásemos alguna broma telefónica a gente a la que teníamos especial manía. Una encuesta sobre consumo, una canción telefónica... Como terroristas adolescentes, teníamos esa costumbre y nunca nadie se suicidó. Eso sí, sé de un caso en el que cambiaron el teléfono por las consecuencias de una reyerta infantil, sin perder nadie la vida. Incluso, hace unos meses recuperé esa vieja costumbre llamando a mi amigo Huáscar haciéndome pasar por una enamorada; claro que mi característica risa me delató al minuto y medio de conversación. Y sigue vivo y en perfecto estado de salud.

Lamento profundamente el suicidio de Jacintha Saldanha. Comprendo que para llegar al punto de quitarse la vida, una persona se ha de encontrar muy mal, desesperada, enajenada. Pero igualmente soy consciente de que ninguna persona en condiciones normales opta por acabar con su existencia porque le gasten una broma telefónica. Muy probablemente, Jacintha sufría ya una depresión ó algún tipo de trastorno que la llevó al dramático punto de cometer suicidio.

Por lo tanto, no se les puede responsabilizar a los dos periodistas de esta muerte. A menudo, Javier Cárdenas gasta bromas telefónicas en directo a un montón de gente. ¿Nos escandalizamos? No. En todo caso nos reímos. Y a cualquiera de nosotros le habrán llegado mil emails de situaciones graciosas en programas radiofónicos de este tipo. ¿Alguien los ha reportado por incitar al suicidio? Jamás. Nos hemos desternillado y después los hemos reenviado, lo cual no nos convierte en malas personas.

Aunque la Royal Family diga ahora que en ningún momento hostigaron a Jacintha ni le recriminaron haber mordido el anzuelo, ¿será éso verdad? ¿Y sus compañeros? ¿Ninguno la sermoneó por haber sido tan incauta? Aunque perjuren que no, nadie los podrá contradecir ya. Los muertos no hablan.

¿No sería más normal que, al tratarse de un hospital que recibe tan importantes pacientes, que dispusieran de una línea privada para estos casos? Porque no me imagino yo llamando a la Zarzuela, diciendo que quiero que me pasen con mi prima Leti, y que además me comuniquen con la Sra Ortiz Rocasolano.

Pero, escandalizándonos tanto todos como santurrones por la broma que hicieron esos perversos sin moral, ni dignidad, que no merecen volver a trabajar y deberían estar entre rejas, a pan y agua y sin volver a comer fish and chips... ¿Porqué nadie ha pedido la destitución de nuestros políticos pese a los suicidios por desahucio ocurridos dentro de nuestras fronteras? Que además han sido varios.

A Jacintha le pudo la presión por lo que fuera, lo más seguro debido a un cúmulo de desafortunadas circunstancias. Vivía en una ciudad distinta a su esposo e hijos, lo cual también le debía afectar lo suyo, y no podía tener intactos sus cinco sentidos para llegar a ese extremo. Fue una fatalidad, muy lamentable, pero en este caso la culpa no es de nadie. No siempre hay culpables y es injusto hacer rodar cabezas para sentirnos mejor yendo de Rey Salomón por la vida.

Por cierto, aún no han salido a la luz las causas de la muerte ni el resultado de la autopsia. Es un posible suicidio. ¿Y si se descubre que a esta mujer le ha dado un infarto? ¿Qué hacemos? ¿Buscaremos también una excusa para justificar el despido y el ostracismo de estos dos periodistas lapidados públicamente?

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