martes, 5 de febrero de 2019

EL DESAYUNO

El desayuno


LA PRIMERA VEZ...


Si la entrada anterior hablaba de nuestro primer beso, aquí viene la historia de la primera vez que quedamos fuera de la uni (qué no la primera cita, eso fue el 13 de abril).
Era un viernes de marzo de 2008, el último día antes de las vacaciones de Semana Santa.
La fecha no la recuerdo con exactitud, pero calculo que fue sobre el 14 de marzo.
Ya sabéis lo que pasó el día que volvimos de vacaciones, que fue el de la cena, pero ahora vamos a lo que propició ese beso.

Las clases en la facultad eran por las tardes. Ese día, mi respectivo, aún sólo compañero de pupitre y con quien tonteaba descaradamente en clase y por el msn, me invitó a desayunar. Vivimos a 40 kilómetros, así que quedamos en la ciudad más cercana a mi pueblo, que me queda a cinco minutos. Por la tarde había clase.

Pese a ser por la mañana, me arreglé como si fuera el día de mi boda.
¡Qué nervios cuando lo vi! Fuimos a una cafetería, donde yo me tomé un zumo de naranja y él un descafeinado de sobre. Allí hablamos, hablamos mucho.

A continuación, fuimos a dar un paseo por el parque y de camino, se para un coche de la policía local. Al bajar la ventanilla, un rostro conocido nos miraba con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Era una compañera de clase!
La saludamos disimuladísimos y cuando se fue nos llevamos las manos a la cabeza. ¡Se iba a enterar todo el mundo e íbamos a ser el tema de conversación! Por suerte, esta chica fue discreta y no sucedió así hasta que decidimos decirlo nosotros mismos, como apuntó Lo en un comentario del post previo a éste.

En el parque continuamos charlando, yo seguía en las nubes. De pronto, llegaron las 12 y media.


-Bueno, me tengo que ir al aeropuerto a buscar a mi hija.
-Ah...
-¿Pensabas que lo de que tenía una hija era broma?
-No, si me enseñaste la foto.- Ahí me dieron ganas de decirle: "No, ¡pero lo que no quiero es que te vayas!"

Así que nos despedimos y yo pensé que por la tarde no iría a clase.
Por lo cual, me cambié, me puse la ropa más cómoda que tenía en casa y una coleta... ¡y cuando llegué a la facultad por la tarde, allí estaba él!
Y yo con esas pintas...
Me solté el pelo con toda mi dignidad y le sonreí como si no lo hubiera visto desde el día anterior por la tarde.
En ese momento, aún sólo mi compañera de pupitre y la chica que nos encontramos -que ese día no fue a clase- sabían que habíamos quedado.

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