Llevamos un día aquí dentro y ésto ya parece Gran Hermano. Las primeras rencillas no han tardado en aflorar. Mientras comíamos, el padre de Ferny trató de echarle limón a los calamares -no sólo de jamón vive el hombre- y me disparó en todo el ojo. Mientras me limpiaba exclamé: "¡Por una cosa ó por otra, siempre me haces llorar!" y Ferny lo malentendió, abalanzándose contra su progenitor. Juan Manuel se puso del lado contrario y Mamá tuvo que hacer ademán de coger la escoba para que se calmaran los ánimos.
Los calamares de la discordia |
Los niños de San Ildefonso han sobrevivido en su totalidad y el Gordo le ha tocado nada menos que... ¡a Luisa! Esto me lo ha dictado Ferny, por supuesto.
El Gordo, pero no el de Luisa |
Un año más que nos quedamos sin un pellizquito, y lo peor es que esta vez no podemos decir "que haya salud", porque necesitaremos el dinero para pagárnosla. Os lo digo yo, que tengo al señor de los recortes haciendo rosquillas y les falta la mitad a cada una. Menos mal que ahora con el fin del mundo sobra un dineral y yo lo administraré entre los supervivientes, subiendo las pensiones a 4.000 euros. Sí, amiguitos y amiguitas, se nota un huevo que ha habido muchas bajas.
Cry no deja de lamentarse:
-Ahhhh, ningún año me toca nada, ¡ya estoy harto!
-¡Pero cómo te va a tocar! -repone Mamá- ¡Si ningún año juegas ni un euro!
-Pues es verdad.
Este no es el apocalipsis que esperábamos, ha sobrevivido demasiada gente, así que a lo mejor para Nochebuena salimos ya a la superficie. Sobre todo por el pitu de caleya que tenemos destinado a la cena del 24, que es tontería no convertirlo en plato de provecho.
De momento, aquí nos quedamos, porque con este jacuzzi y los mareos del cambio de hora, preferimos esperar un poco más. Así que, los que hayáis sobrevivido, tened un poco de paciencia porque cogeré las riendas planetarias entre mañana y pasado.
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