martes, 5 de febrero de 2019

MIS ABUELOS

Mis abuelos


Mi abuela materna se llamaba Ceferina. Era oriunda de un pueblo de Ciudad Real, hija de Dolores y Alfredo. Su familia era pobre aunque de derechas, porque mi bisabuelo opinaba que si el trabajo se lo daban los terratenientes, ¿qué otra cosa podía hacer? Su madre, la Abuela Dolores, venía de una familia más liberal, así como ella era, aunque tuviera que llevar el aire familiar tras contraer matrimonio. Mi abuela era la mayor de cinco hermanos: José, Basilisa, Alfredo y María. Esta última murió con 16 años. José se casó en el pueblo, Basilisa también y Alfredo fue un destacado futbolista de la época, muy afamado en su época como jugador del Betis y que finalmente terminó en Mérida, donde se casó y formó una familia, aunque fallecería muy joven de un infarto. Aunque su familia era de derechas, mi abuela se enamoró de mi abuelo, de ideología totalmente contraria. Cabe señalar que mi bisabuelo Alfredo más bien se resignaba a que las cosas fueran así, pero nunca hizo daño y era respetado en su pueblo, siendo un buen hombre que trabajaba muy duro para sacar adelante a los suyos. Mis abuelos se casaron por lo civil durante la guerra. Llevaban cinco años de novios y en un descanso de mi abuelo, un año después de la muerte de su hermano Antonio, contrajeron matrimonio por lo civil. Nunca renovarían sus votos ante la iglesia, uno de los motivos que llevaron a mi abuelo a la cárcel. Debido a la prisión de mi abuelo, mis abuelos esperaron seis años para ser padres, teniendo tres hijos: mi tío mayor, mi madre y mi tío pequeño, quienes se llevaban dos años entre ellos. Todos sus hijos nacieron en Albacete y cuando mi madre tenía ocho años, se trasladaron a Asturias. Un momento especialmente trágico para mi abuela, fueron unas vacaciones en las que se trasladó a su pueblo natal para estar con su única hermana. Corría el año 1982 y caía una terrible tormenta. Ambas hermanas se encontraban departiendo sentadas en una cama y, en uno de los truenos, Basilisa sufrió tal susto que falleció de un ataque al corazón. Mi abuela vio impotente como su hermana fallecía se le iba sin poder hacer nada. Años después, su salud comenzó a fallar. Varias operaciones cerebrales debidas a infartos de dicho lugar le complicaron la existencia. Debido a los desajustes que ésto le causaba, mi abuela comenzó a confundir palabras. Ella sabía lo que quería decir, pero su cabeza le jugaba malas pasadas y Mamá ya estaba harta de explicarle a los vecinos que su madre no tenía ningún tipo de demencia, sino que era una mujer que sufría de problemas cerebrales que le dificultaban la relación pensamiento-pronunciación. Cuando murió mi abuelo, ella sufrió mucho. Siempre estaban riñendo de modo entrañable y los nietos les habíamos compuesto una canción que decía así: "Allá en el rancho grande, allá dónde vivían, estaba Ceferina, que junto con Francisco, siempre estaba riñendoooo. Te voy a hacer unos calzones, de los que usa el abuelo, te los comienzo de lana y los termino de cueroooo". No podían vivir el uno sin el otro y mi abuela sufrió mucho en sus últimos años. Mamá suele comentar que menos mal que se murió antes de presenciar las desgracias de sus hijos, que tendrían lugar muy poco después de su partida. Recuerdo que fui al cine por primera vez con mi abuela, a ver la película de "Los Trotamúsicos". Yo cursaba 1º de EGB y en el salón de actos de mi colegio, realizaban jornadas de cine los sábados. Fuimos "Güelita Tete", Mamá, Cry y yo. Cry era el nieto favorito de mi abuela porque le hacía mucha gracia. Como si fuera hoy, me acuerdo del día que falleció mi abuela. Era 31 de diciembre de 1990 y sonó el teléfono de mi casa. Mi madre, que había pasado la noche con mi abuela, le cogió el teléfono a su hermano pequeño. La abuela estaba ingresada y cuando le dieran el alta se vendría a vivir con nosotros, pero ese día no existió. Mi tío le comunicó a su hermana la trágica noticia.

Mi abuelo materno, como acabo de decir, tenía por nombre Francisco. Nació el 16 de abril de 1914 en el mismo pueblo ciudarrealeño que mi abuela. Fueron siete hermanos, de los cuales sólo tres llegaron a contar más de dos años: él, Antonio -20 de junio de 1915- y Virtudes -8 de diciembre de 1920-. En su casa nacieron todos los descendientes de su familia materna. Aunque el domicilio era grande, eran muchos y mi bisabuela Pía decidió ser la primera que abandonaba la vivienda, trasladándose a otra, propiedad de la abuela María Juana, donde residieron hasta que partieron a la vivienda familiar, donde residían el Abuelo León y la Abuela María Juana, que era una finca a las afueras: La Noria Olaya. Siendo el primer nieto, hijo, sobrino y el mayor de todos los primos, mi abuelo, para su familia siempre fue llamado "Francisquillo". Fuera de la familia, nunca padeció ninguna abreviatura y todo el mundo lo llamó siempre Francisco. Más de una vez he contado que mi abuelo fue a la cárcel por republicano, participando en la guerra en el bando vencido y además atreviéndose a desafiar a la iglesia católica contrayendo matrimonio por lo civil. Allí permaneció seis años, cumpliendo sus condenas en distintas prisiones. Fue brutalmente torturado y mutilado. Le extirparon un ojo sin anestesia. En un convento, llegó a observar por la ventana de su celda cómo las monjas enterraban en el patio bebés que habían tenido con los curas, únicos hombres que por allí campaban. Cuando recibió la libertad y su madre fue despojada injustamente de todas sus pertenencias -mis tíos Antonio y Virtudes y mi bisabuelo ya habían fallecido víctimas de la barbarie-, mi abuelo, hombre muy trabajador, se trasladó a Albacete desterrado y en busca de trabajo. Allí estuvieron unos diez años, hasta que en Asturias emergió la revolución industrial y decidió emigrar en busca de un futuro mejor. Siendo profesor de mecanografía, taquigrafía y contabilidad, no se le permitía ejercer por "rojo" y hasta la transición no pudo cumplir su sueño de abrir su propia academia, teniendo que conformarse con el trabajo bruto. De mi abuelo conservo los mejores recuerdos. Siempre me llevaba de la mano a ver a Paul, un pastor alemán vecino, a quien observábamos desde la verja de su patio. También me cantaba flamenco y me ponía a bailar "Arenal de Sevilla y olé, Torre del Oro" y me contaba muchas historias. Poco pude disfrutar de él, pues pese a mi gran memoria, el 18 de diciembre de 1985, cuando volvía de revelar las fotos de mi segundo cumpleaños y tras parar en mi casa a verme, subió hasta la suya -vivíamos en el mismo barrio- y nada más sentarse en su sillón y mi abuela preguntarle si le ponía la sopa, falleció de un infarto. Se trataba de un hombre súper inteligente, que si hubiera podido seguir estudiando a sus anchas hubiera llegado muy lejos. Leía mucho y tenía una biblioteca envidiable que hoy me pertenece. Escribía sin cesar, siendo un virtuoso de la máquina de escribir y le encantaba enseñar a los niños. Gran profesor, poseía muchísimas virtudes y fue una grandísima pérdida a sus 71 años. ¡Cuánto añoramos todos que se hubiera quedado aquí con nosotros, por muchos más años! Tenía en su estudio posters del Ché y de la  Pasionaria. Igual que estupendo escritor, era un gran poeta y compositor, uno de tantos talentos a los que el franquismo no permitió echar a volar. Gran amante de sus nietos, tenía muchísima paciencia con los niños en general, cualidad que sus vecinos aún recuerdan.

Mi abuela paterna, Caridad, nació en 1913 en un pueblo asturiano. Hija pequeña de María y José, tenía por hermanos mayores a Camilo, Severa y Manuel. Camilo emigró primero a Cuba y luego a República Dominicana a la edad de 18 años. Severa fue madre soltera de un niño a quien bautizó con el nombre de su padre, quien, al ser también hijo de soltera, la apoyó incondicionalmente. Manuel contrajo matrimonio y tuvo cuatro hijos. Mi abuela se casó con mi abuelo a los 23 años y se mudó a casa de éste, donde también vivía su suegra, Virginia. Mi bisabuela Virginia era una mujer como encogida, que preparaba café y poco más, hasta que llegó mi abuela, que era todo lo contrario y, como gran cocinera que siempre fue, comenzó a llenar aquella mesa de unos platos riquísimos y abundantes. Un año después de su boda nació mi tía, y a los trece años vino al mundo mi padre. Cuando mi tía era pequeña, mi abuela pasó una gripe tremenda y el médico le dijo que se había quedado estéril. Al llegar mi padre, mi abuela comentó: "claro, no tuve más fíos hasta que nun los fice". Su casa fue la primera del pueblo y de la comarca que tuvo televisor, en 1963, un auténtico lujo. Todos los niños del lugar, acudían a verla con mi padre, maravillados por aquel aparato que hasta el momento desconocían. Mi abuela era una mujer muy coqueta, aunque sobria, que llevaba hasta el día de su muerte, con 79 años, una melena rizada hasta encima de los hombros. Poseía un carácter súper fuerte y en su casa mandaba ella. El carácter fuerte es de su familia, el mismo de mi padre y mío. Cuando, en un valle superior de su pueblo, escuchaba las voces de su sobrino, hijo de su hermana Severa, mi abuela exclamaba: "¡Éso, éso, que no decaiga la raza!". Mujer muy comprensiva, fue muy buena suegra, no metiéndose jamás en los matrimonios de sus hijos y casi apoyando más a su yerno y a su nuera que a sus propios vástagos. Sufría del corazón y el médico le comunicó que éste le pendía de un hilo. Un buen día, sentada en la galería de su casa con su esposo, se quedó en el sitio. Recuerdo muy bien ese día. Como mis padres trabajaban, Cry y yo dormíamos en casa de mi tía y ese 12 de agosto, mi madre y mi primo nos despertaron para comunicarnos la noticia. Mis tíos y mi padre se habían ido al pueblo, que queda a media hora de mi casa y de la de mi tía -vivimos muy cerca-, porque ese 12 de agosto de 1993 el corazón de la abuela ya no había podido seguir adelante. De mi abuela, guardo con mucho cariño cuando jugábamos a los coches. Nos sentábamos ella, Cry y yo en sillas, colocadas a la misma altura, y fingíamos conducir, nos pitábamos y protestábamos por el tráfico. También, yo entraba como un huracán en el baño de su casa y me pintaba como una puerta. Todas sus gatas, siamesas, se llamaban Karina porque se lo ponía yo.

Mi abuelo paterno, Jesús, es lo que se puede describir como un hombre bueno. Poseía un corazón de oro. Rubio y más bajito que mi abuela, era de pocas palabras y su bondad no tenía límite. Jamás lo escuché alzarle la voz a nadie. Era hijo único de una viuda porque su padre, ya de una edad, falleció cuando él era un niño. Había nacido el 5 de diciembre de 1909 en el mismo pueblo que mi abuela. Le gustaba tocar la guitarra y durante la guerra estuvo en la cocina de un barco del bando nacional, sin que nunca jamás lo escuchara yo hablar de política. Una vez, en Boca Chica (República Dominicana), se despistó en la playa y lo tuvieron que avisar a voces de que había en las aguas un tiburón que no andaba muy lejos de él. Le encantaban los gatos y cuando mi abuela murió, se trasladó a vivir a casa de mi tía -aunque nosotros íbamos mucho a por él- con su gato, un siamés llamado Tríspulo, que había sido "Karina" hasta que descubrimos que le había salido mango. Por desgracia, un día Tríspulo desapareció, y pese a que nos volvimos locos buscándolo, no lo encontramos más. Los dos últimos años de su vida, mi abuelo luchó contra una leucemia que no pudo superar. Pasó muchos malos momentos y yo me acuerdo con dolor e impotencia de haber visto a mi abuelo en coma en varias ocasiones. Una vez, subí a verlo con mi gato Pichy (alias Alfás), y cuando me fui, me dijo mi tía que en su delirio estaba llamando a un gato porque decía que yo estaba allí con él. Falleció el 5 de diciembre de 1998.

-Mi abuela Silvia en realidad era mi tía abuela, pero eso a mí no me importa, porque fue realmente la abuela que tuve durante toda mi vida. Su marido, Camilo, era el hermano de mi abuela Caridad. Ella nació en Laguna Salada (RD) el 26 de julio de 1912 y fue una mujer formidable. Muy trabajadora, educada, buena, respetuosa, que no hablaba de nadie, generosa, simpática... La quise mucho, muchísimo. En esta entrada comprenderéis lo que fue para mí. Me enseñó a ser mejor persona con su ejemplo de vida, que todo el mundo vio pero nadie supo copiar ni heredar. Hasta el fin de sus días se mantuvo muy ágil, típico de las ancianas caribeñas y chocante aquí, falleciendo con 99 años -casi 100- el 2 de mayo de 2012.

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